Todo el mundo conoce más o menos lo que es la inercia burocrática, ese leviatán con poderosos brazos y más cabezas que devora toda la paciencia que encuentra a su alrededor.
La burocracia, además de ser un asunto kafkiano, es un elemento doctrinario que estudian los sociólogos despiertos y sorprendentemente da mucho juego. Desde el estudio de la teoría de las organizaciones y de la burocracia debido al alemán Max Weber -teoría que sirvió de base a estudios posteriores sobre la burocracia- hasta nuestros días, ésta se ha tecnificado, digitalizado y abierto al ciudadano, pero sigue siendo inquebrantable en su afán y fines, esto es, su vocación de perpetuarse.
En ella están inmersos los burócratas, que siguen buscando como fin, no el objetivo de su misión en la tierra, en la mayoría de los casos, sino el objeto burocrático propiamente dicho como medio de subsistencia, permanencia y arraigo, y pocas son las organizaciones -sobre todo públicas- que una vez nacidas fenezcan, independientemente de la necesidad que tengan o no de pervivir (pueden nacer para un fin concreto, pero superado éste inmediatamente se engarzarán en un fin nuevo, probablemente más innecesario que el anterior).
Esos elementos primigenios son los mismos que en sus orígenes modernos, y claramente es la administración pública quien más alta enerva la bandera del papeleo, seguramente por su vocación pública y, por tanto, celosa de transparencia, en una Europa donde el fenómeno del compadreo no es apreciado por buenos ojos y de ahí la asfixiante retahíla de elementos normativos.
Lógicamente, en el sur de este viejo continente, las cosas de la burocracia, el compadreo y los buenos contactos, ha tenido otra interpretación, pongamos el caso de Italia, España o Portugal, lugares donde se observa con más benignidad el contacto personal en las organizaciones.
Siguiendo con el tema de la burocracia, es muy tentador centrarse en la administración pública como estandarte de ésta, por ser el lugar común más socorrido de bloqueo administrativo más pertinaz.
Sobre este asunto también se estudió -y se estudia- en términos sociológicos y en relación con el burócrata, algo que dio lugar a un conocido principio que trascendió fuera de lo académicamente sociológico, me estoy refiriendo al principio de Peter, autor moderno éste que ya anunció con su teoría el porqué los burócratas de una organización ascienden hasta ocupar cargos para los que no están preparados, explicando que al no tener la suficiente preparación para el nuevo puesto designado, en un momento dado se quedan bloqueados en su carrera profesional. Luego, considero que ese bloqueo en la mayoría de los casos se suele trasladar a la propia organización que dirige, y es en ese contexto de ida sin retorno cuando al burócrata se le suele escuchar un socorrido y desgarrado grito de guerra, diciendo algo así como: «conmigo caerá todo este tinglado».
Por casualidad al leer este principio me vino a la memoria un caso que me contaron de un burócrata, e inmediatamente lo identifiqué como un caso ‘peteriano‘ puro. Se trataba de un burócrata, más o menos como lo pinta el principio de Peter sobre la burocracia, y que al parecer, en sus ratos libres -que los tenía y muchos- se dedicaba al cultivo de almendrones -luego, era predecible el apodo por el que era conocido, en un país donde los motes restan protagonismo a los nombres originales-. Así me lo explicaron sus enemigos íntimos.
No sé exactamente que será un almendrón, pero hasta donde yo me imagino, debe de ser un arbusto, quizá familiar directo del almendro, árbol éste que puede medir hasta ocho metros de altura, que es de madera muy dura y cuyo fruto es la almendra.
Bien, lo importante del asunto es que el bloqueo de este burócrata o su falta de capacidad, al parecer, era evidente y lo era más en la medida que intentaba disiparla en sus colaboradores, consiguiendo no otra cosa que magnificarla, pero aún así siguió a la cabeza de su servicio administrativo, esparciendo al mismo tiempo desconfianza y problemas graves de comunicación, además de ineficacia.
Incluso en su desesperada ineptitud, me contaron, intentó cargar las tintas contra uno de los colaboradores con menor rango en la organización, pero más avezado que él en temas jurídicos -algo que no era realmente difícil, a pesar de estar estudiando tercero de derecho todavía-, el cual parece ser lo llevó a los juzgados y obtuvo éxito, asunto éste que hundió aún más la ya deteriorada imagen del burócrata. Me cuentan que aún sigue ahí, incompetente como el que más, pero al pie del cañón, como los viejos guerrilleros.
Las teorías burocráticas, tan válidas y tan tomadas en cuenta en organizaciones privadas, bien podrían aplicarse a los principios novísimos de calidad en la administración pública. Propongo que se podría empezar, por ejemplo, por el caso señalado, que independientemente de que esté en la realidad o en la ficción, es uno más de esos casos que casi todos conocemos.
[[Extraido de diario ideal]]
Que post… jeje.
-Offtopic- Échale un ojo a esto. Igual te sirve para algo. http://www.skype.com/ -Fin offtopic-
Saludos. 🙂
Ufff, el tío se habrá quedao agusto…
Yo conozco a algunos hombre “Peter”.
saludos
buffff, calla. acabo de rellenar el formulario 036 de modificación de datos de una de mis situaciones jurídicas… hacienda, en dos semanitas toca el tecer trimestre….
ains jasp, hoy no me has acertado con tu post. por el buyaka les daba yo a todo… y es que estoy hasta pensando en hacerme del enemigo….
ba