
Existen momentos que pueden suponer un cambio de rumbo, una nueva etapa en la vida de una persona. Como por ejemplo, cuando entras a la universidad, o cuando te independizas, o cuando encuentras pareja, o incluso… cuando te casas. Aunque creo que el verdadero cambio y punto de inflexión de todo ser humano llega cuando eres padre. No hay duda, verdaderamente existen dos únicos estados, dos actitudes o, si lo preferís, dos formas de ver el mundo: una cuando eres hijo y otra, cuando eres padre.
En mi caso, disfruto de esta nueva condición desde hace aproximadamente dos años y medio, cuando nació Laura que, aunque suene a tópico, es el regalo más increíble que te puede dar la naturaleza. Estoy por tanto, en el ecuador de la primera legislatura de paternidad, y es un buen momento de hacer balance, de todas esas cosas que uno aprende viendo la vida a este lado de la orilla:
- Los padres (y las madres más todavía) somos ingenieros del sueño. Aprendemos a vivir con pocas horas de almohada y aprovechar cualquier resquicio de tranquilidad para planchar la oreja.
- En relación con lo anterior, los padres también somos ninjas, y desde el mismo momento en que sabemos que la heredera se ha quedado durmiendo, tratamos de comunicarnos sigilosamente, o deslizarnos por el hogar con el más mínimo cuidado para no hacer ruido.
- Aunque los padre somos ninjas, tenemos que aprender a convivir con una nueva fauna que poco a poco invadirá nuestro territorio: la de los juguetes, muñecos y todo tipo de cacharrería que inundan nuestras casas, tanto que el día menos pensado puedes encontrarte a una Peppa Pig cepillándote los dientes a tu lado.
- Los padres, y en especial en este caso los padres (hombres), somos sherpas. El volumen y peso de aparatos y complementos relativos a nuestros hijos que tenemos que transportar en cada desplazamiento es inversamente proporcional a su edad en meses: cuanto más pequeña es la criatura, más kilos y bultos hay que cargar.
- Los padres somos expertos catadores gastronómicos. Comenzamos degustando deliciosa leche en polvo, para acabar rebañando todo tipo de potitos, restos de bocadillos o platos de todos los gustos y sabores. Gusanitos y chupachups nunca sobran
- Los padres somos expertos en comunicación audiovisual. Nunca digas eso de “yo a mi hijo/a nunca le pondré dibujos animados ni le acercaré un móvil”. YouTube es nuestro amigo y la tablet, usada con moderación, un as bajo la manga. Un buen capítulo de Caillou te dará un tiempo extra que valdrá su peso en oro.
- Los padres somos expertos guionistas. Pese a la necesaria ayuda de las tablets, no hay nada cómo una buena historia bien contada a tu hija. Si al argumento además, puedes añadirle recreación, coreografía e interacción con ella, éxito asegurado. La parte menos buena, es que te pedirá repetirla miles de veces.
- Los padres somos especialistas en moda. Sobre todo, si el vástago es niña, tenemos que aprender a combinar prendas, colores y complementos como si fuésemos Jean Paul Gaultier. Y lo más importante: aprender a colocar todas esa ropa en el sitio adecuado. No hay mejor sensación que ver por fin a tu chiquilla “acabada” -tras minutos de ingeniería y sudor- con el gorrito y la bufanda puesta.
- Los padres somos analistas económicos. Empezamos a mirar los precios de los supermercados como nunca antes. Valoramos la situación y competencia en el mercado de los pañales o la fruta y buscamos las mejores opciones de inversión…
- Y sobre todo, los padres queremos mucho a nuestros peques y babeamos como tontorrones y nos ponemos muy orgullosos cuando le contamos a otras personas lo bonicos que son.
❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️