En la lección anterior ya has visto cómo los blogs contribuyeron a generar el caldo de cultivo ideal para la llegada y expansión de las redes sociales. Así que me pongo de nuevo las gafas de abuelo cebolleta para hacer un ejercicio de arqueología digital y conocer cómo fue ese proceso.
El surgimiento de las primeras de ellas, fue de hecho, consecuencia directa de todos los elementos sociales que estaban aportando las bitácoras a la, hasta ese momento, aburrida web: facilidad de uso, frecuencia constante de publicación, debate e interacción en los comentarios, sindicación de contenidos…
La creciente popularidad de los blogs hizo incrementar su número exponencialmente a lo largo y ancho del planeta, atrayendo la atención tanto de creadores como de consumidores de información. Al principio, muchas de estas webs trataban de temas genéricos o personales, pero no tardó en llegar la especialización de contenidos. La blogosfera se llenó de páginas centradas en todo tipo de temáticas que reunían activas y numerosas comunidades, formadas por miles de personas con intereses comunes.
En realidad estábamos asistiendo al nacimiento de las primeras redes sociales. MySpace o Fotolog, fueron un claro ejemplo: espacios que inicialmente habían nacido como blogs especializados en música y fotografía, y que daban un paso más, otorgando a sus seguidores, la posibilidad no solo de comentar las publicaciones, sino también de conectar entre ellos y publicar sus propios contenidos. La web social había llegado para quedarse. Ahora cualquier persona podía comunicarse con el resto del mundo de forma inmediata y compartir sus ideas, opiniones y conocimiento.
A partir de ese momento, el fenómeno de las redes sociales se expandió como la pólvora. La siguiente infografía recoge un timeline con el origen de algunos de es estos espacios:
Ahora que ya tienes una perspectiva histórica, es un buen momento para definir qué es una red social. En un sentido amplio (en la vida real), se trata de un conjunto de personas que se comunican entre sí. Por ejemplo, una clase con profesor y alumnos o una cafetería en la que hay todo tipo de clientes. Es decir, lo único necesario para que exista una red social son dos elementos: personas y algún tipo de relación o comunicación entre ellas.
Basándonos en esto, una red social (de Internet) es un conjunto de personas que se relacionan y comunican entre sí, utilizando medios digitales. Da igual el dispositivo, o si es a través de una web, una app o el correo electrónico. Siempre que haya individuos que se comunican o comparten algún tipo de contenido en internet, estaremos ante una red social.
¿Sabías qué es la teoría de los seis grados de separación y cómo las redes sociales consiguen reducirlos?
Se trata de una hipótesis, propuesta en 1930 por el escritor húngaro Frigyes Karinthy, que intenta probar que cualquier persona en el planeta puede estar conectada a cualquier otra a través de una cadena de conocidos que no tiene más de cinco intermediarios (conectando a ambas personas con sólo seis enlaces). Es decir: “Yo tengo un amigo, que tiene un hermano, y ese hermano tiene un primo en Estados Unidos, que conoce al hijo del guardaespaldas de Bill Gates”. O, dicho de otro modo, yo estoy a seis grados de separación de Gates.
Las redes sociales han hecho que esta distancia se reduzca considerablemente. Con más de 2.500 millones de cuentas activas en todo el planeta, lo que representa más de un tercio de la población mundial, Facebook publicó en un estudio que indica que los usuarios en su red se separan por menos personas: 3,5 de media, lo que demuestra que las redes sociales sirven para crear y amplificar relaciones.
Otra cuestión importante que conviene que sepas y que nos va a ayudar mucho de aquí en adelante: ¿Te has detenido a pensar alguna vez cómo funciona una red social? Lee con atención, porque todas comparten un mismo proceso que siempre consta de tres fases:
La primera tiene como objetivo que los usuarios se registren y creen un perfil. Para ello, se solicitan diferentes datos que varían en función de cada plataforma. Algunas simplemente requieren un correo electrónico y una contraseña para poder acceder e identificarse; otras van más allá y animan a los usuarios a que aporten información relativa a su nombre, sexo, edad, ubicación, imagen de perfil, etc.
En la segunda fase el objetivo es que esos usuarios empiecen a socializar y crear lazos entre sí, puede ser siguiendo directamente a otras cuentas o bien, solicitando su amistad. Precisamente en función de la información que has aportado durante el proceso de registro, la propia red puede sugerirte cuentas o perfiles que potencialmente te interesen. Por ejemplo, si has indicado que eres de Palencia, “aquí tienes otras cuentas que son de esta ciudad”; si has indicado que estudiaste en la Universidad de Jaén durante estos años, “todas estas personas también lo hicieron y quizá las conozcas”.
En la última fase, cualquier red social quiere que los usuarios empiecen a generar contenido o a interactuar con el contenido de otros. Para ello, emplean sistemas que permiten marcar las publicaciones como favoritas, responderlas, comentarlas, compartirlas… Pero, sobre todo, desarrollan un algoritmo interno que trata de premiar las más relevantes dándole mayor visibilidad entre la comunidad.
De aquí procede la famosa frase que posiblemente hayas escuchado en muchas ocasiones: en Internet el contenido es el Rey. Y este sistema basado en la meritocracia es algo que, a nivel de marketing digital, deberemos tener muy en cuenta.